Nació en los años posteriores al final de la guerra civil en el seno de una familia conservadora y profundamente religiosa. Sin antecedentes familiares artísticos notables, comenzó tallando portarretratos y paneles de cajas de habanos con cuchillas de afeitar que posteriormente vendía en el Sanatorio de Piñor, donde estuvo ingresado un tiempo cuando tenía doce años.
Consiguió el título de oficial tallista de tercera clase en la Escuela de Formación Profesional Acelerada, pero en vez de entrar en un taller como aprendiz decidió participar en las oficinas de Sindicatos, lo que le proporcionó algunas becas de poca cuantía. Junto con Xaime Quessada y Xosé Luis de Dios formó el grupo O Volter, que pretendía posicionarse como la vanguardia gallega y promocionarla en el exterior. Posteriormente, pasó a denominarse Siete artistas gallegos tras la incorporación de Manolo Buciños, Arturo Baltar, Virxilio y Xabier Pousa.
Ingresó en el taller que Francisco Asorey tenía en Santiago de Compostela, pero la falta de entendimiento entre ambos lo indujo a matricularse en la Escuela de Artes y Oficios compostelana. Su primer encargo fue una imagen de Cristo para la iglesia de Montealegre en su barrio orensano, a la que siguieron múltiples obras de carácter religioso. Algunas de ellas no gustaron a la diócesis y fueron retiradas, pasando finalmente a formar parte de los fondos del Museo de Ourense. Gran viajero, en la década de los sesenta recorrió los países escandinavos junto con Xaime Quessada. A este primer viaje le siguieron otros junto con Pousa, Buciños y Quessada, con los que visitó Italia, Grecia, Turquía, Siria, Líbano, Egipto y América, donde realizó una exposición en el Museo de Arte Moderno de México. A partir de 1969 comenzó a pasar largas temporadas en Ibiza, ambiente que impregna su lenguaje formal de influencias mediterráneas, componiendo obras más sensibles y elegantes.
A partir de los años setenta, Acisclo comenzó a tener su sitio en el ámbito artístico gallego con admiradores y detractores, por su concepción tan particular de la forma. Por esta época, se implicó con experiencias colectivas de carácter político participando en manifestaciones relacionadas con la lucha por las libertades. Ingresó en el Partido Comunista y en el sindicato Comisiones Obreras. Estos hechos repercutieron en sus obras, ya que trasladó su pensamiento político a algunas de sus piezas, como 10 de Marzo o Cabeza de obreiro acoirazado.
A mediados de los años ochenta, después de tomarse un descanso artístico, volvió a Galicia. Se estableció en el pueblo orensano de Viduedo y retomó el contacto con su amigo Quessada, con el que realizó varios proyectos. Sus esculturas, a medio camino entre la figuración y la abstracción organicista, se desvincularon pronto del aire regionalista y de la temática rural de sus comienzos, tendiendo hacia posiciones más renovadoras donde el protagonismo de la materia, de las calidades y las texturas es primordial. De este modo, crea torsos, rostros y formas que se mueven en suaves ritmos ondulantes combinando, con frecuencia, la pulcritud del pulimento con zonas más ásperas e incisiones de la materia. Como escultor en bronce es capaz de transmitir esa sensación de sutilidad a sus volúmenes y, al mismo tiempo, el sello personal de su rotunda presencia formal.